Abelardo llegó a mi vida, allá por el año 2009 con su voz. Cada día, cada mañana sin él saberlo, teníamos una cita larga en la que yo escuchaba sus palabras dirigidas —eso sentía yo— exclusivamente a mí persona. Yo escuchaba con atención y, poco a poco, comencé a entender por el oído, el camino del amor. Era tal la fuerza de su voz, que yo cada día podía imaginar cada gesto, cada guiño, cada mueca y cada movimiento de sus manos. Me reía con sus chistes y percibía que nos reíamos juntos. Compartía conmigo algunas de sus meditaciones que aderezaba con tanto color, con tanto sabor, con tanta intensidad que yo las escuchaba como si presente me hallase. Cuántas tardes de invierno y cuantos días soleados compartidos.
Abelardo, sin saberlo y con el silencio sonoro de su presencia, empezó a transformar la mirada de mi corazón y la ternura de mi razón. Las manos de mi vida —Marta y María— comenzaban a tejer el ovillo del amor, de la contemplación en el mundo a través del vaciamiento de aquello que me impedía mirar a Cristo. Y mostrándome el camino de los pastores, cantando como él cantaba, recitando como él recitaba, me llevó a ver al Niño al portal de Belén. Y allí con él, al mirar a la madre de aquel Niño-Dios, comprendí que también era la mía. Pero no solo, contemplando a aquella familia, —familia de Nazaret— vislumbre la mía.
Gracias Abelardo por darme tanto y seguir conmigo.
Mar Carranza
UN GITANO ANTE EL PORTAL DE BELÉN – Vicente Enguita
Vaya qué portá, canahto
ni facha de chosa tiene,
porque no s´asuhte er nene
dejaremo aquí loh trahto.
Seor don José,
¿Da uhté lisensia?
Adilante y de rondón mi meto en er portalón.
¿Quién es?
Gente de consiensia.
¿y qué se os ofrece?
¡Pos oí que una perla enserrá tenía
Y de una sancá, me planté enseguía aquí!
Vamoh, enséneme er nene,
uhté que eh tan bonachón poh me daba ar corazón
que argo bueno pa mi tiene.
Solo poh verle he venío, dehde mi pueblo hahta aquí.
Vamoh, derme uhté er sí, que si no queo partio.
No tema uhté me lo lleve don José,
que soy gitano, y ya sabe que er gitano
no roba lo que no debe.
Ni tema uhté que l´asuhte con ehtas barbas de perro,
porque, aunque parehca un becerro
yo haré que a uhté no le dihguhte.
A ver, déjeme uhté verlo,
sino m´entro de rondón.
Si paice un milocotón.
M´entran ganah de comel-lo.
Si paece un cielo er nene.
Qué pel-la, Señor, qué pel-la.
Déjeme uhté otra vez vel-la.
¡Canahto, qué ojitoh tiene!
De echarte nene la mano, me ehtá dando tentasió.
¡Hinojo, si er corazón me ehtá robando er gitano!
¡Ay., ay, ay!, ¡qué pucherillo!
¡No empiese a lloriqueá, que no lo pueo aguantá!
¿Me lo llevo en un borsillo?
Vaya si lo habré asuhtao con ehtah barbah pardié.
Si pa lo que eh otra vé, he de venir afeitao.
Bueno, … ¿que ya en conclusión quiere uhté que me retire?
Pueh deje que le tire una copla al corazón.
¡Nene der género humano,
si quiereh robar corazoneh
hah de aprender mih lecione para salir buen gitano.
Pero aún no me he de marchá
sin echar a esa señora que pohtrada ar niño adora
un gigantehco cantá:
Cuando oh miro en ese suelo
con er nene sobre er brazo,
me paece un piazo que s´a caio der cielo.
Y don José en conclusión
que hoy sin rehpetoh humano,
en mi nombre loh gitanoh
os elihen por patrón.