08 – Salve bandera

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Con voz vibrante: ¡Salve bandera!

Poema dedicado por Abelardo de Armas a la bandera

Recitado con voz vibrante que siente y refleja lo que anhela el corazón.

En este poema, Abelardo muestra un gran aprecio a la bandera y a la patria que representa, así como el deseo de derramar la sangre un día por ella, si fuera necesario.

Tal vez hoy resuena como menos actual el poema como tal y el fuego puesto en su recitación, pero es una buena forma de recuperar los valores patrios, tan denostados en diversos ámbitos sociales.

Abelardo fue un gran amante de la patria y, además, de los valores religiosos y humanos, que procuró transmitir siempre; también estaban muy arraigados en él el respeto y la defensa de la patria como lugar de origen y resumen de una historia concreta.

Volver a escuchar este poema despierta —de alguna manera— sentimientos y principios que habían podido quedar como olvidados.

Miguel Angel Iñiguez

SALVE, BANDERA
Salve, bandera,
tu vista mi corazón enajena.
De mi patria, noble insignia,
del soldado, rica prenda.
Sol pequeño, más mi amor
abarca tan grande esfera,
que dudo si en él cabrían
los amores de esta tierra.
Tu eres grande, yo pequeño,
mas, al mirar tu grandeza,
el corazón se me ensancha
y morir por ti quisiera.
¿Sabes por qué te amo tanto?
¿Sabes por qué mi alma llenas?
Mi madre me dijo un día
que a tu sombra, allá en la guerra,
murió mi padre luchando 
por defender tu nobleza.
Que al abrazarte le hirieron
y que, al herirle,
tu tela se empapó de sangre hiriente
que de su herida fluyera.
¿Y quieres que no te ame?
¿Y te extraña mi insistencia 
en darte mi sangre toda
si ya tienes parte de ella?
¡Oh, bandera idolatrada!
de mi padre única herencia,
pabellón de tantos héroes 
que ha suscitado mi tierra;
sé el laurel que me corone
cuando a la tumba descienda.
¡Cuántas veces me lo han dicho!:
quien a tu sombra pelea,
Dios y España le bendicen 
aunque muera en la refriega.
Y yo, que estimo a mi Dios
más que al mundo y sus grandezas,
que reverencio y bendigo
a mis padres y a mi tierra,
que del soldado patriota
quiero imitar sus proezas,
he de también sucumbir
abrazando esta bandera.
¿Acaso por ser pequeño
mi patria pequeña queda?
No, que el cachorro algún día
llegará a ser una fiera.
Y entonces, ¿quién osará 
arrebatarme la presa?
Duerme tranquila en mis brazos,
duerme en paz, dulce bandera,
que es de pórfido y de roca
la muralla que te cerca.
Descansa en paz,
que es seguro el lecho en que te recuestas.
Y ¡ay! de quien quiera, villano,
arrancarme esta bandera,
que su brazo rodará empapado 
en sangre a tierra.
Y si de armas no sirviere,
de ella haré lanza certera
que derribe y desconcierte
al que abatirla pretenda.
Que sepan, bandera mía, que eres grande
y tu grandeza no ha sufrido,
sin venganza del enemigo, tu afrenta.
Que yo, mi padre y hermanos
y toda mi patria entera, 
te han consagrado su vida
y la sangre de sus venas.
Ven, que en un beso te envío
mi corazón y alma entera.

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