05 – El embargo

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Tú no morirás para mí

La presencia de Abe irradiaba alegría, confianza, paz; quienes le conocían en profundidad sabían que eran cualidades que brotaban de una fuerte vida interior. A esa presencia le acompañaba una voz serena que se tornaba apasionada y apasionante al hablar en público, ya fuera para cantar, recitar o, sobre todo, cuando servía de cauce para expresar la plenitud de vida interior como ocurría en la Vigilias de la Inmaculada, en los campamentos de Gredos o en las convivencias de Villagarcía.

Sin duda alguna, la gracia no anula la naturaleza, sino que la potencia, como don de Dios que es, y el don de la palabra era uno de los muchos con que Dios le había dotado. Cautivaba tanto a jóvenes como a adultos, ya fuera con los monólogos humorísticos, las canciones o las declamaciones como es la que tenemos ocasión de oír en esta grabación.

Se trata del poema de Gabriel y Galán, poeta hoy  casi olvidado. Sin embargo, cuando falleció en 1870, a la edad de 35 años, era uno de los poetas más leído de España. De profundas convicciones religiosas, supo expresar las realidades cotidianas, especialmente del mundo rural, evocando con ternura los sentimientos de un modo sencillo pero profundo: «los que me oyen, lloran, ríen… y aprenden verdades morales: los hago más buenos», decía de sus poemas.

En algunos de ellos usó el castúo —un dialecto extremeño— como es el caso del poema El embargo que Abelardo declama con una corrección fonética nada fácil tratándose del dialecto en cuestión. Es maravillosa la modulación de su voz al interpretar este poema con el que logra transmitir la hondura de sentimientos de un hombre que ha perdido a su mujer. Tras esa pérdida, todos los bienes terrenales, todos los instrumentos que antes le sirvieron para ganarse la vida, ya nada valen: se los puede llevar el juez. Solo un objeto tiene valor, aquel que cobijó a su mujer «cuatro meses viva y una noche muerta». Ausente ella, la camita se convierte en un símbolo vivo, un testigo de la presencia del amor que supera a la muerte. 

Escuchar este poema, con la voz de Abelardo, nos introduce en el mundo de los sentimientos más profundos, nos despierta la ternura, pero a la vez el coraje que brota cuando se trata de defender lo más querido que tiene el hombre: el ser amado. Algún pensador posterior dirá que amar, es decir: «tú no morirás para mí».

En resumen: una pequeña perla de Abelardo con la que podemos disfrutar y ahondar en lo más auténtico del corazón humano.

Juan A. Gómez Trinidad

EL EMBARGO – José María Gabriel y Galán
Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos,
no le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo...
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
y ese cacho e liendro...
¡Jerramientas, que no quedi una!
¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro...
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una nochi muerto!
¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo!
Lleváisoslo todu,
todu, menus eso,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!...

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