06 – Estaba la madre piadosa

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Una santidad para todos

Abelardo de Armas, nuestro querido Abe, nos ha dejado un legado espiritual para todo el Movimiento de Santa María. Nos enseña que la santidad es para todos, sí, sí, para todos; también para nosotros, pobres, pequeños, necesitados.

Al intentar vivirlo en primera persona, en familia, uno intuye la grandeza de la llamada, pero sin llegar a entenderla del todo.

Cuesta entenderla y cuesta vivirla, porque choca de lleno con la lógica del mundo: ¿cómo vamos a «subir bajando» ?, ¿cómo vamos a «ganar perdiendo»? nos preguntamos.

Abelardo nos responde que es posible si lo hacemos con el maestro de la confianza en el Padre que es Jesucristo, dejándonos transformar por él y amando apasionadamente a María, tal y como él hacía.

Y Abelardo nos responde no solo con palabras, sino que también lo hace con su vida, vaciada de sí y llena de Dios, un Dios al que era sencillo intuir a través de la mirada de anciano de Abelardo de Armas.

Abelardo de Armas, nuestro querido Abe, queremos seguir aprendiendo de ti a encontrar a Cristo, a dejarnos encontrar por él.

Catusa

Himno del s. XIII atribuido a Jacopone da Todi. Oración-meditación sobre los siete dolores de la Virgen María bajo la Cruz. Se asocia en particular con el Vía Crucis. 
 

ESTABA LA MADRE PIADOSA
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía,
cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita
de tantos tormentos llena
cuando triste contemplaba,
y dolorosa miraba,
del Hijo amado la pena.
¿Y cuál hombre no llorara
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
madre piadosa, si os viera,
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre,
y muriendo al Hijo amado
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
Oh Madre, fuente de amor
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que por mi Cristo amado
mi corazón abrasado
más viva en Él que conmigo.
Y porque a amarte me anime
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí;
y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar,
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo:
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu Corazón compasivo.
Virgen de vírgenes santas,
llore yo con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;
porque su Pasión y Muerte
tenga mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore,
y que en ella viva y more,
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y me encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
para que cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria.
Amén.

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